Providencia personal.
No tengamos un concepto demasiado elevado de esta destreza de los dedos de nuestra sabiduría cuando a veces nos sorprende en exceso la maravillosa armonía que surge al tocar nuestro instrumento: una armonía que suena demasiado bien para que nos atrevamos a atribuírnosla a nosotros mismos.
No tengamos un concepto demasiado elevado de esta destreza de los dedos de nuestra sabiduría cuando a veces nos sorprende en exceso la maravillosa armonía que surge al tocar nuestro instrumento: una armonía que suena demasiado bien para que nos atrevamos a atribuírnosla a nosotros mismos.
(…) es el querido azar, que nos lleva en ocasiones
de la mano, y la más sabia Providencia no podría idear una música más bella que
esa que entonces logra obtener nuestra insensata mano.
La Gaya Ciencia (Cuarto libro: Sanctus Januaris)