Share This.

La chica que susurraba a los caballos con resaca de Jäger barato y sonrisa magnética.

Me he dejado una cerveza al sol, por si le da por venir a enfriarla con sus manos gélidas,que anuncian holocaustos en mi entrepierna.
Me he (des)sintonizado de todas sus emisoras, por si salta una canción que me recuerde al trayecto desde mi boca a su cuello y tenga que hacer las maletas y colgarme el cartel de "Peligro: riesgo de combustión espontánea".
Me he dejado un "no te das cuenta pero me salvas la vida si me invitas a abrazarte mientras duermes" y me he desvestido despacio por si venía a jugar al escondite con mi ropa interior. 
Me he dejado un "elijo tus desayunos y tu cresta ilíaca prominente" en mis caderas, por si un día le da por morderlas otra vez y proclamarle la guerra a mi sístole y a mi diástole. Y no quede más remedio que acostumbrarse a la termogénesis de su mirada.

Y puede ser que haya vuelto a buscarte en el polvo de antes de la ducha y en el mirador más alto de Granada, aunque la Alhambra no se atreva a iluminarse por si la deslumbras con tus abrazos arrítmicos.