Escapando
de tantos formalismos, y achacando mis ganas al sabor de tu saliva, descubrí
que el tiempo, como todo, es relativo. Que puta la relatividad que hasta ahora
no me ha dejado amanecer con el principio de superposición. El de mis piernas
superpuestas a las tuyas. Y darme cuenta de que el color naranja de las sábanas
pega demasiado bien con tu cuerpo ha sido un descubrimiento incluso mejor que
el café con canela. Deberíamos felicitar más a menudo el año nuevo.