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Y contar los 27 lunares de tu espalda



Y de repente, ahí está, retorciéndose en la cama, envolviéndose en las sábanas que fueron testigo de besos  y guerra. Por un momento pensé que me moría, al ver su pelo desordenado, como el desorden que provoca en mi cabeza cada vez que me toca.
Estaba con los ojos cerrados, los mismos ojos verdes que me han visto reir, llorar, decir te quiero o incluso correrme.Su postura fetal me recordaba a la plenitud, sí, la misma que brilla por su ausencia.
Pero, aún así, hoy solo veo plenitud.Lo mismo es que estoy empezando a ver fantasmas.
Porque quiero morirme poco a poco a su lado y gastar las vidas que me quedan y que me reviva por las noches.
Porque ahora creo en la resurrección, en el intento de equilibrio y en esa sensación que convierte mi cara en la persona más feliz del mundo con solo recordarle.