EL FINAL: Esto no ha hecho más que empezar.
Ahora sí. Parece que el destino tenía preparada una dosis para ella.
De todas las adicciones, ésta era la peor. Peor que las anfetas, la ketamina, el éxtasis,el speed,el cristal, la taurina incluso, más que el Opio.
Tenía los síntomas propios de una adicción. Al principio no le costó, todo era ponerse, ir dejándolo poco a poco, más tarde se fue convirtiendo en una obsesión, hasta que llegó al famoso “estado de abstinencia”. Empezó a sufrir alucinaciones, calambres y vómitos. Fue horrible, pero ella había sido libre de elegir el camino más difícil. A veces llegó a pensar que confundía la valentía con el mismo masoquismo. Pero todo era un proceso. Había empezado a dejar los logros rápidos.
Hoy en día nadie tiene en cuenta el esfuerzo, ni el proceso en sí. Solo se ve el resultado. Si es bueno, enhorabuena, perteneces a la especie más fuerte, la que debe sobrevivir. Si es malo, eres un estorbo para la sociedad, quizás deberías aceptar “que no sirves para esto y dedicarte a algo de tu nivel”. Bien, en pleno siglo XXI aún seguimos las mismas directrices de la jerarquía medieval. La cuestión era: “¿Asumía que pertenecía al gremio de los esclavos, o demostraba al mundo que estaba equivocado?”
Ella no decidió ninguna de las dos. Decidió demostrarse a sí misma que tenía los suficientes cojones para acercarse al límite y no caer al abismo.
¿ Es posible que te acerques tanto a tu punto de inflexión que aparezca una fuerza electromotriz que impida que caigas al vació ?
¡ Valiente mierda que el ser humano tenga miedo de encontrar cuáles son sus límites !
Ella encontró los suyos, y se consideraba humana. ¿Es por ello que debía empezar a considerarse humana, demasiado humana?
Hoy ella, a esa fuerza electromotriz la llama constancia. Y ha sido testigo de la errónea teoría de la inferencia causal que tanto criticaba David Hume.
¿Se puede ser adicta a la felicidad autorealimentada?